A correr que se acaba el mundo!

Anduve leyendo "Historias insólitas de la historia argentina" y hay un capítulo sobre el cometa Halley. "El Coludo", como le decían, era esperado para mayo de 1910, y se vaticinaba que provocaría "el fin del mundo". En ese año, entre enero y mayo se produjeron una serie de hechos cuya motivación fue simplemente, la sensación de haber llegado al final de la cuerda:

- La joven Elvira se suicidó luego de haberle dado a un atorrante "la prueba de amor" que éste tanto había rogado, y que una vez conseguida tuvo efecto volatilizante ( porque el tipo se esfumó). En su carta, la joven de 20 años confiesa "...si el futuro fuera largo, tal vez el tiempo curaría mi dolor y esta vergüenza de sentirme abandonada. Pero no es así, y entonces me despido de usted para siempre."

- El señor Severino, "siempre recto contador de una casa de ropa céntrica y fidelísimo marido" pagó en febrero los sueldos de las chicas con un interesante bono porque quería quedar bien con sus compañeras y luego huyó con una cabaretera y $1200...

- Una encumbrada señora de sociedad, viuda ella, entendió que acercándose el fin del mundo no había razón para guardar tan estricto luto por su marido, y procedió a reincidir en el matrimonio antes de lo indicado por la etiqueta. Se casó el mismo día de la -en teoría- finalización de la existencia terrena.


Y es que el tiempo...el tiempo no para.
Lo sabemos, pero no lo tenemos presente. La consciencia de que el tiempo es irrecuperable aparece esporádicamente, provocada por diferentes situaciones. Y cuando aparece, se convierte en el motor para animarse a hacer eso que se tenía guardadito, "antes de que sea demasiado tarde"

Un ejemplo menor, en mi caso fue aprender a manejar antes de cumplir los 40. No sé por qué los 40 eran el tope. Era un límite que me puse yo. Era una especie de "fin del mundo" a escala.

Cuántas veces se va posponiendo el deseo "porque no es el momento", excusa que muchas veces no es más que temor a realizar lo que se quiere. A jugarse y a cargar con las consecuencias de esa apuesta.

Y uno se anima cuando siente que ya "no hay nada que perder"- que de eso se trata en definitiva, en mi opinión- porque..."après celà, le déluge".
Lástima que muchos no se animen a ponerse en campaña para realizar lo que quieren sin la necesidad de que choquen los planetas.

Por mi parte, intentaré que cuando llegue el fin del mundo ( el general o el mío propio) me encuentre sin demasiadas asignaturas pendientes.

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Historias insólitas de la historia argentina.

Daniel Balmaceda

ed. Grupo Norma